top of page

La Escuela de la Alegría está en vosotros...

 

Dedico este post a Guillem, un maravilloso alumno que, en el relato de aquello que contaré, por unos instantes me pareció el niño más feliz del mundo...

 

Escribir para un blog resulta una experiencia realmente muy curiosa. Redactas, formateas y publicas y... ¡Tachán! ¿Y qué? Mandas un mensaje a la red, claro. Pero nunca sabes... Sí sé que aquellos y aquellas que se han suscrito recibirán por correo mi texto, que cada día aquí se dan entre 50 y 100 visitas, que algunos dejáis comentarios, que otros me mandáis mails, que... ¿Qué? De alguna forma es como si mandara una carta pòr correo postal sin poner destinatario... ¡Glups! ¿A quién llega? Y, ¿cómo le llega?

 

La subjetividad con que cada mensaje es recibido resulta obvia, y en un diálogo abierto uno puede argumentar, contrargumentar, ... Aquí no. Toma, ahí va eso... Quizás por esta razón intento siempre usar en este blog un lenguaje sencillo y a la vez pretendidamente próximo. Y aun así hay algo que me resulta muy extraño. Por un lado tengo la certeza de que hasta un niño de párvulos entendería el fondo de mis teorías. Por otro me gustaría preguntaros, una y otra vez: ¿Vosotros o vosotras lo comprendéis?

Miquel Beltran i Carreté

Me consta que muchos y muchas estáis esperando una receta, una programación detallada de tantas y tantas cosas... Y sí, se puede hacer... Y también, para mucho se puede aprovechar lo ya hecho... ¿Qué cómo? Llevo ya muchos posts insistiendo en algo que creo cuesta mucho de entender: lo más importante en Educación es la vivencia. En cada momento, en cada sesión hay que saber a donde vamos, pero el como hay que construirlo con los niños.

 

Hoy os explicaré algo que llevo días guardando. Con el relato de una sencilla sesión de Psicomotricidad espero me entendáis mejor... ¡Espero!

 

Creo que ya muchos sabéis que este curso soy tutor de un grupo de 3 años: 24 niños y niñas que son, mmm, maravillosos. Durante esta sesión me acompañaba un refuerzo, Sara, una joven Técnica en Educación Infantil que bien podría llevar diez años ejerciendo como maestra. Como hacía buen día llevamos a cabo los ejercicios previstos en el patio, una superficie realmente grande y que en mi Centro es exclusiva para los alumnos más pequeños.

 

Después de hacer o intentar hacer un poco de gimnasia de mayores (uno y dos, y uno y dos y...nos relajamos) comenzamos con ejercicios y juegos con pelota:

 

En primer lugar íbamos llamando a los niños, de dos en dos y los colocábamos en posición de alerta, de salida en carrera. Yo chutaba la pelota bien lejos y debían salir pitando a buscarla. La consigna era clara: aquel o aquella que llegue primero me devuelve la pelota, sin discusiones ni peleas. A la vuelta se aplaudía al que traía la pelota por su rapidez y al otro por su esfuerzo. Una vez realizado el ejercicio se repitió pero esta vez los candidatos a devolver la pelota eran cuatro. Cuando terminamos la ronda introduje una dificultad: con grupos de cuatro salían a por una pelota y, cuando estaban a medio camino, les chutaba otra... En un instante debían decidir cual podía ser su mejor opción y mantener el rumbo o cambiarlo. Al finalizar realizamos el último ejercicio con media clase y luego con toda. Al final de todos los ejercicios sólo hubo un alumno que no se ganó el aplauso y, claro, se explicó a toda la clase el porqué: "si tu compañera está en el suelo y ya ha cogido la pelota no puedes arrebatársela..."

 

La segunda ronda de ejercicios era con dos balones gigantescos, casi tan grandes como los niños. Volvían a salir de dos en dos pero esta vez cada uno tenía una misión: recoger la pelota gigante y traerla como pudiera... La gracia de este ejercicio no consistía únicamente en superar la dificultad. Mientras volvían con los balones los niños y las niñas eran aclamados como si hubieran enfilado la pista del estadio en una maratón olímpica: alternábamos palmas, coreábamos nombres e improvisábamos cánticos que ni la afición del Liverpool mejoraría... Tendríais que haber vistos las sonrisas... Dios, valía la pena.

 

Al terminar con este ejercicio cité a todos los alumnos en una pared del patio y, muy serio, abrí un nuevo discurso: "Ahora que ya os tengo cansados vamos a hacer una carrera y, hoy, hoy sí, por fin, Sara y yo ¡os ganaremos!" "¡Nooooo!", respondieron, claro... Y tenían razón, ganaron... Pero no nos íbamos a rendir, Sara y yo no lo íbamos a permitir: y les convidamos a correr en coche (agarrando el volante), en moto, en avioneta, montados a caballo, como bebés (haciendo la pipa), como pinochos (agarrando la nariz y estirándola), como... ¿Y? Yo que sé la de veces que cruzamos el patio... Y eso que es largo... Pero ellos querían más, y más... Y claro, siempre ganaban, ¡todos! Imaginaros con niños de esa edad, con una madurez psicomotriz realmente muy diversa, con niños que ya habían llegado cuando otros estaban a mitad de patio, conmigo y Sara en la cola persiguiendo a los últimos y gritando "no corráis tanto". Y claro, siempre ganaban, siempre ganábamos, ¡Todos! ¿Todos? Sí, yo también, aun agotado, aun con mi menisco resentido... ¿Y Sara? Deberíais haberla visto, su sonrisa, el brillo en sus ojos azules,... ¡estaba feliz!

 

La vivencia, cariños, la vivencia... Luego tuve que escribir en la programación que se me exige palabras como "ejercicios con pelota", "motricidad global", "sprint en carrera", etc. Pero, por favor, no me neguéis que en aquella sesión llegamos mucho, mucho más lejos...

 

Y a eso voy, eso es lo que intento explicaros una y otra vez: marcad, en cada sesión, para cada actividad, un tempus, unos contenidos, unas pautas y unos objetivos... Marcadlos, claro, pero luego dejaros ir, a una con los niños y.... Y vivid, sí, vivid la Educación y os aseguro seréis muy muy afortunados, pues no hay en el mundo un oficio tan agradecido. La Escuela de la Alegría esta ahí, dentro de vosotros.

bottom of page